Logos
Logos, mantra, teúrgia

El Gnosticismo contemporáneo fundado por el eminente escritor Samael Aun Weor, nos entrega en esta obra: LOGOS, MANTRA, TEÚRGIA, una hermosa síntesis explicativa del oculto poder de la palabra. La lengua divina, otrora hablada por el ser humano en tiempos de la Antigua Arcadia, se perdió con la llegada de la famosa Torre de Babel –metáfora de la confusión de lenguas en la humanidad–, la cual hizo nacer por doquiera el verbo inerte que se instaló entonces en la laringe humana, como parte de la degeneración provocada en el homo sapiens a raíz de su caída angélica.

La tradición nos dice que en aquellos remotos tiempos, cuando simbólicamente se nos dice que los «ríos manaban leche y miel», la Lira de Orfeo no había caído al pavimento del templo hecha pedazos, sumiendo a la humanidad en la desolación espiritual que arrastramos todavía.

El hombre, que había sido hecho a imagen y semejanza del Creador, pasó a convertirse poco a poco en imagen y semejanza de las tinieblas, con la consecuente pérdida de todos sus valores éticos, místicos y anímicos. Esta tragedia, narrada en todos los textos sagrados de todas las religiones de nuestro mundo, es la misma desgracia que ha llevado al humanoide de nuestros días a despreciar más y más los valores del Eterno. Por ello el Gnosticismo, como corriente reveladora impulsada por el autor de esta obra, pone en tus manos, caro lector, la llave secreta para recuperar nuevamente el estatus divino del que todos hemos sido privados a causa de la multiplicación del Yo animal en nuestra anatomía espiritual.

El Logos suena, sí, porque es el Verbo Universal. Los Mantras son su expresión arcaica y original, y la Gnosis recupera entonces, para bien de todos, su lugar merecido, desde el cual podremos manejar la Teúrgia o ciencia sagrada de las evocaciones divinas. Cuando el hombre se haga Teúrgo, entonces quedarán desvelados para él todos los misterios del cosmos de arriba y del cosmos de abajo, como bien lo expresara Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande.

Al que conoce el sentido secreto de la misma, la palabra le da poder. Nadie la pronunció, nadie la pronunciará, sino aquel que la tenga encarnada.

Verbum est codex.

KWEN KHAN KHU

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