Muy queridos amigos/as:

Retomo la pluma para escribiros nuevamente, y en esta oportunidad para comentaros algunos detalles de esta obra de arte que lleva por título Alegoría de la Virgen o Alegoría de la castidad.

Esta obra fue realizada entre 1479 y 1480 por un pintor llamado Hans Memling, perteneciente a la escuela pictórica flamenca aunque su verdadera nacionalidad era alemana.

En realidad, querido lector, esta tela o pintura es absolutamente alquímica. Recordemos que en esta época transcurría la Edad Media y muchos maestros del arte dedicaban sus obras a resaltar los pormenores y logros espirituales relacionados con el arte transmutatorio.

Interesante resulta ver a la Divina Señora brotando de entre una enorme roca cuyas terminaciones parecen lenguas de fuego. No debemos olvidar que Stella Maris ES NUESTRA DIVINA MADRE KUNDALINI, la cual, mediante el trabajo con la sexualidad superior, ha de despertar como un Fuego Sagrado que habrá de destruir todos nuestros agregados psicológicos y crear, a la vez, rica vida interior en nuestra anatomía oculta. Ese es el milagro de trabajar en los misterios de la dura roca.

Hay en esta obra dos leones que llevan escudos dorados. Tales leones alegorizan al león verde y al león rojo, vivas alusiones al Mercurio en su fase preparatoria y más tarde ligado totalmente al azufre de los sabios, es decir, al Fuego Sagrado.

Obsérvese en la parte superior izquierda el castillo que aparece en la obra. Tal castillo es la morada del SER, que está prometida a todos aquellos que han sido redimidos por sus trabajos de muerte mística y de nacimiento interior.

Los escudos dorados de ambos leones simbolizan al Oro alquímico, que ha de ir acumulando el alquimista en su constante trabajo con la suprasexualidad.

Por otra parte, las palabras de nuestro Avatara ─V.M. Samael─ cobran vida al contemplar la simbología encerrada en esta obra de arte, veamos:

«Pedro, Patar, el gran Hierofante, dijo: “He aquí que pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en ella no será derrotado. Para vosotros, los que creéis, ella es preciosa, pero para los que no creen la Piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo, piedra de tropiezo y roca de escándalo».

Aquí están encerrados los misterios de la sexualidad secreta. Este es, precisamente, el sexo, mis caros hermanos; piedra de tropiezo y roca de escándalo, vosotros lo sabéis… Hay que LABRAR LA PIEDRA, LA DURA ROCA, HASTA CINCELARLA».

Muy importante es también el arroyo que discurre por entre la piedra. Ese es el arroyo de los sabios, el agua lustral en la cual está contenido el Fuego Secreto.

Fulcanelli, el gran Adepto, nos habla acerca de esta Virgen y de este arroyo con las siguientes palabras:

«En el Entretien d’Eudoxe et de Pyrophile, que sirve de comentario a este tratado, Limojon de Saint-Didier escribe, a propósito de este pasaje: “La mujer apropiada a la piedra y que debe unírsele es esa fuente de agua viva cuya fuente, toda celeste, que tiene particularmente su centro en el Sol y en la Luna, produce ese claro y precioso arroyo de los Sabios que discurre hasta el mar de los filósofos, el cual rodea todo el mundo. No deja de tener fundamento que esta divina fuente sea llamada por este autor la mujer de la piedra. Algunos la han representado bajo la forma de una ninfa celeste y otros le dan el nombre de la casta Diana, cuya pureza y virginidad no está en absoluto mancillada por el vínculo espiritual que la une a la piedra. En una palabra, esta conjunción magnética constituye el matrimonio mágico del cielo con la tierra del que algunos filósofos han hablado, de tal manera que la fuente segunda de la tintura física que opera tan grandes maravillas nace de esta unión conyugal tan misteriosa”».

─Extracto de la obra Las moradas filosofales, del V.M. Fulcanelli─.

Os acoto ahora, queridos amigos, unas frases que bien vale la pena reflexionar:

«El cristianismo ha confundido demasiado la castidad con la pureza. La pureza verdadera es la del amor. Un eunuco o un seminarista pueden no tener nada de castos; la sonrisa de una prometida puede ser infinitamente más virginal que la de una monja».
Jean-Marie Guyau

«La pureza es como el ópalo, se la tiene por insignificante porque no se ven sus reflejos».
Carmen Silva

«Pureza no hay más que la primera, y cuando se pierde se perdió para siempre».
Concepción Arenal

«Si la castidad no es una virtud, es, sin embargo, ciertamente una fuerza».
Jules Renard

NUDA VERITAS.
─‘La verdad desnuda’─.
KWEN KHAN KHU

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