Muy amados amigos y amigas:
Me complace hoy haceros llegar la descripción esotérica de este magnífico óleo atribuido al V.M. Leonardo da Vinci y que lleva por título:
SALVATORE MUNDI
Como en otras ocasiones, el Maestro Leonardo, que ya había pintado a su propia Divina Madre ─la famosa Gioconda─ y así también a su Buddhi ─práctica e increíblemente plasmada en el lienzo titulado hoy en día como La dama del armiño─, quiso completar su extraordinaria labor pictórica proporcionándonos ahora otra tela en la que podemos apreciar nada menos y nada más que a su propio Cristo íntimo.
He de recalcaros que para hacer estas trascendentales obras pictóricas es necesario ser un legítimo clarividente o Turiya, pues solo así podríamos ser capaces de ver perfectamente la fisonomía de las diversas partes sagradas de nuestro propio SER.
Para adentrarnos en esta obra de arte regio debemos comenzar por ir describiendo el rostro del Adorable y en el mismo apreciamos, en sus ojos, una profundidad inalcanzable. Es por ello que el Maestro Leonardo no quiso mostrar a su Señor interior con una mirada clara, abierta, evidente, sino que optó por rodear del debido misterio la mismísima mirada del Salvador Salvandus de los gnósticos.
Apreciamos, si nos fijamos muy bien, que el cuello y el pecho del redentor interior son como una mezcla de algo masculino y femenino a la vez. ¿Cuál es el porqué de esta característica? Pues sencillamente porque, siendo el Cristo íntimo una de las tres fuerzas primordiales que sostienen la creación y nuestro propio Árbol Sephirótico, es fácil comprender que esta parte de la tríada divina tiene, como sabemos, partes de las otras dos que integran su propia estructura. Así, por tanto, la Madre tiene algo del Hijo, el Hijo de la Madre y el Padre o Kether tiene atributos de los otros dos.
El Salvador interior lleva un ropaje azul, representativo del cielo o mundos superiores, y, curiosamente, el pecho está cruzado por dos especies de correas de color marrón que vienen a constituir una X. Hemos de recordar que en Kábala fonética y Kábala lingüística, la X equivale en hermetismo a la K. De ello se desprende que la Gnosis, en muchas ocasiones, se refiere al Segundo Logos de la tríada sephirótica como XRESTOS o KRESTOS.
El Venerable Adepto Fulcanelli, hablando sobre este misterio, nos aporta algo interesante, veamos:
«Hasta el siglo XII, no se utilizaba otra marca para autenticar los viejos documentos; a partir del siglo XVI se convirtió en la firma de los iletrados. En Roma, se señalaban los días fastos con una cruz blanca y los nefastos con una cruz negra. Es el número completo de la obra, pues la unidad, las dos naturalezas ─léase: Azufre y Mercurio en Alquimia─, los tres principios y los cuatro elementos dan la doble quintaesencia, las dos V fundidas en la cifra romana X del número diez. En esta cifra se encuentra la base de la cábala de Pitágoras o de la lengua universal, de la que puede verse un curioso paradigma en la última página de un librito de alquimia ─La Clavicule de la Science Hermetique, écrit par un habitant du Nord dans ses heures de loisir, 1732, Amsterdam, Pierre Mortier, 1751─. Los bohemios utilizan la cruz o la X como signo de reconocimiento. Guiados por este gráfico trazado en un árbol o en cualquier pared, acampan siempre en el lugar que ocupaban sus predecesores, junto al símbolo sagrado que llaman Patria. […]
La cruz de los gitanos indica, pues, claramente, el lugar de refugio señalado a la tribu. Es singular, por otra parte, que casi todos los significados revelados por el signo X tengan un valor trascendente o misterioso. X es, en álgebra, la o las cantidades incógnitas, es también el problema por resolver, la solución por descubrir y es el signo de la multiplicación y el elemento de la prueba aritmética del nueve. […]
Todos los cuerpos de la naturaleza y todos los seres, ya sean en su estructura o en su aspecto, obedecen a esta ley fundamental de la radiación y todos están sometidos a esta medida. El canon de los gnósticos constituye su aplicación al cuerpo humano, y Jesucristo, el espíritu encarnado, San Andrés y San Pedro personifican su gloriosa y dolorosa imagen. ¿Acaso no hemos observado que los órganos aéreos de los vegetales ─ya se trate de árboles altivos o de hierbas minúsculas─ presentan con sus raíces la divergencia característica de los brazos de la X? ¿Cómo se abren las flores? Seccionad los tallos vegetales, peciolos, nerviaciones, etc., examinad esos cortes al microscopio y tendréis, de visu, la más brillante y maravillosa confirmación de esta voluntad divina. […]
Son los bigotes del gato lo que ha servido para darle nombre [Xa, el signo de la luz]. Ya no se duda casi de que disimulan un elevado punto de ciencia, y que esta razón secreta valió al gracioso felino el honor de ser elevado al rango de las divinidades egipcias. […]
[La X] Es a traducción del fuego celeste o del fuego terrestre, del fuego potencial o virtual que compone o disgrega, engendra o mata, vivifica o desorganiza. Hijo del Sol que lo genera, servidor del hombre que lo libera y lo mantiene, el fuego divino, caído, decadente, aprisionado en la materia, determina su evolución y dirige su redención, es Jesús en su cruz, imagen de la radiación ígnea, luminosa y espiritual encarnada en todas las cosas. Es el Agnus inmolado desde el comienzo del mundo, y es, también, el Agni, dios védico del fuego, pero si el cordero de Dios lleva la cruz sobre su oriflama como Jesús sobre su espalda, si la sostiene con la pata, es porque tiene el signo incrustado en la misma pata: imagen en el exterior, realidad en el interior. Quienes reciben así el espíritu celeste del fuego sagrado, que lo llevan en sí y que son marcados por su signo, nada tienen que temer al fuego elemental. Estos elegidos, discípulos de Elías e hijos de Helios, modernos cruzados que tienen por guía el astro de sus antepasados, parten para la misma conquista al mismo grito de ¡Dios los quiere!».
─Extractos de la obra Las moradas filosofales del V.M. Fulcanelli─.
Por otra parte, estimado lector, bueno es saber que la X acompañada de la letra S ─símbolo del azufre─ en uno de sus extremos y en el otro por las letras KOH ─indicadoras del potasio─ constituyen el jeroglífico de los elementos que constituyen la obra.
Todos los que hemos estudiado el Gnosticismo contemporáneo sabemos claramente que la Piedra bendita o Piedra Filosofal se conquista mediante el cruzamiento intensivo del Mercurio azufrado con el Mercurio purificado. Tal Piedra es, para quien hace la travesía hermética, el mismo Cristo íntimo. Por eso solo el Cristo interior puede convertirse en el Salvatore Mundi ─Salvador del Mundo─.
En su mano derecha este majestuoso Cristo realiza el signo de las tres fuerzas primarias de la creación ─Padre, Hijo y Espíritu Santo─ utilizando para ello los dedos pulgar, índice y medio. En su mano izquierda, el Redentor lleva una especie de globo alusivo al globo hermético que vemos dibujado en muchísimos grabados alquimistas de la Edad Media. Este globo que aquí se nos muestra manifiesta, asimismo, a una especie de gelatina y en su base se aprecia fácilmente como oro en polvo, señal inequívoca de que se trata de las dos naturalezas primordiales ─Azufre y Mercurio─ ya convertidas en una sola a la que siempre llamamos azufre mercurial o mercurio azufrado por haberse convertido en el fuego destructor del Yo pluralizado y constructor de los vehículos atómicos necesarios para tener objetividad en los mundos superiores de Conciencia.
Destaca, en la base del cuello del Nazareno, la gema preciosa o rubí de los hermanos de Heliópolis, símbolo inequívoco de la Piedra de esplendores o Piedra ya labrada. Hemos de considerar, querido lector, que este rubí que Leonardo ha pintado como un colgante que cae sobre el pecho del Cristo, alegoriza al famoso carbunclo rojo del que hablaban los alquimistas medievales, el cual equivale a la misma Piedra Filosofal.
Así pues, estimados compañeros del camino, sabéis ahora por qué Leonardo da Vinci se entregó a la tarea de confeccionar esta espléndida obra del arte regio. Lo hizo para invitarnos a buscar a aquel que nos arrancará de la Rueda del Samsara para introducirnos en su reino que no es otro que la eternidad.
Con justa razón, cuando se mostró a través del V.M. Aberamentho, siempre repitió en sus prédicas: «Yo soy el camino, la verdad y la vida»…
Me complazco en dejaros ahora unas frases para vuestra reflexión:
«La carrera de la vida es breve, la de la gloria eterna».
Cicerón
«Morir es el destino común de los hombres, morir con gloria es el privilegio del hombre virtuoso».
Isócrates
«De todos los calvarios de la historia no hay calvario mayor que el de la Gloria».
Campoamor
«Nunca es coronado con la inmortalidad el que teme ir a donde arcanas voces le conducen».
Keats
«La gloria, como la luz, es más útil a quienes no sufren sus efectos que a los que se ven envueltos en ella».
Plutarco
SIC TRANSIT GLORIA MUNDI.
─‘Así pasa la gloria del Mundo’─.
KWEN KHAN KHU