Hace algún tiempo los guardianes del Santo Sepulcro me dijeron: «Sabemos que os vais, mas antes de que os marchéis debéis dejarle a la humanidad los mapas del Camino y vuestras palabras».
Samael Aun Weor
Yo respondí diciendo: «Eso será lo que haré».
Desde entonces me comprometí solemnemente a escribir este libro.
El esoterismo nato y realmente ortodoxo siempre habló de un camino que conducía a la Liberación absoluta. Este camino lo han recorrido seres de la talla de un Moisés, de un Jesús el Cristo, de un Buddha Siddharta Gautama, de un Confucio, de un Sócrates, de un Hermes Trismegisto, etc.
Empero, con la llegada de eso que los hindúes denominan «Edad de las Tinieblas» o «Kali-Yuga», el susodicho camino se perdió entre las arenas de las teorías que inundaron el mundo espiritual de la humanidad, y entre los laberintos conceptuales y dogmáticos de muchos líderes que, además de ser auténticos ciegos, estaban guiando ciegos.
Han pasado los siglos y los milenios, y por fin las Jerarquías Solares, rectoras de la humanidad, han enviado a un mensajero o Avatara para que volviera a explicar al género humano la forma real de abandonar el callejón sin salida en el cual quedó sumida toda la humanidad. Le ha tocado, pues, al V.M. Samael Aun Weor la titánica tarea de explicar los tres grandes saltos que debe realizar el Alma de todo verdadero buscador de la Luz, para finalmente establecerse firmemente en los cielos de Conciencia.
Debemos entender y comprender que esta obra magistral ‒LAS TRES MONTAÑAS‒ guía al neófito esoterista desde sus comienzos en la peregrinación hermética hasta depositarlo en las altas esferas de la Conciencia suprema.
A raíz de la desaparición del Patriarca Enoch, después del Diluvio Universal, se comenta que el mapa del camino de la Liberación absoluta se había extraviado y, en consecuencia, las gentes han estado viviendo su vida espiritual aferrándose solo a unos trozos de ese camino enigmático que sí conocieron en profundidad los titanes del pasado.
Todo esto hace de LAS TRES MONTAÑAS el libro de cabecera de todos aquellos devotos en los cuales arde la flama del entusiasmo místico, que ciertamente habrá de catapultarlos hasta el seno de AQUEL QUE NO TIENE NOMBRE.
Lo más grandioso de esta obra estriba en el hecho de que ha sido el propio autor el que ha revalorizado, en su continente anímico, todos los pormenores que encierra el trabajo destinado a crear, dentro de cada uno de nos, un nuevo Génesis y un nuevo Apocalipsis que legitimen, ante las Jerarquías Divinas, la autoridad esotérica o hermética de aquel que ha logrado traspasar estos umbrales.
Loor y Gloria al V.M. Samael Aun Weor por haber recapitulado todas las hazañas y proezas atribuidas a los antiguos héroes mitológicos de otrora.
Finalmente, digamos con la Kábala de Hermes Trismegisto lo siguiente: «Da simiente al que quiere sembrar y no tiene, y consejo al que quiere acertar y no sabe».
Oremus…
Kwen Khan Khu