L’individualité - V.M. Samael Aun Weor

Creerse uno, ciertamente es una broma de muy mal gusto; desafortunadamente, esta vana ilusión existe dentro de cada uno de nosotros.

Lamentablemente, siempre pensamos de nosotros mismos lo mejor, jamás se nos ocurre comprender que ni siquiera poseemos individualidad verdadera.

Lo peor del caso es que hasta nos damos el lujo falso de suponer que cada uno de nosotros goza de plena Conciencia y voluntad propia.

¡Pobres de nosotros! ¡Cuán necios somos! No hay duda de que la ignorancia es la peor de las desgracias.

Dentro de cada uno de nos existen muchos miles de individuos diferentes, sujetos distintos, Yoes o gentes que riñen entre sí, que se pelean por la supremacía, y que no tienen orden o concordancia alguna.

Si fuéramos conscientes, si despertáramos de tantos sueños y fantasías, cuán distinta sería la vida…

Mas para colmo de nuestro infortunio, las emociones negativas y las autoconsideraciones y amor propio nos fascinan, nos hipnotizan, jamás nos permiten acordarnos de sí mismos, vernos tal cual somos… Creemos tener una sola voluntad, cuando en realidad poseemos muchas voluntades diferentes (cada Yo tiene la suya).

La tragicomedia de toda esta multiplicidad interior resulta pavorosa; las diferentes voluntades interiores chocan entre sí, viven en conflicto continuo, actúan en diferentes direcciones.

Si tuviéramos verdadera individualidad, si poseyéramos una unidad en vez de una multiplicidad, tendríamos también continuidad de propósitos, Conciencia despierta, voluntad particular, individual.

Cambiar es lo indicado; sin embargo, debemos empezar por ser sinceros con nosotros mismos.

Necesitamos hacer un inventario psicológico de sí mismos para conocer lo que nos sobra y lo que nos falta.

Es posible conseguir individualidad, mas si creemos tenerla tal posibilidad desaparecerá.

Es evidente que jamás lucharíamos por conseguir algo que creemos tener. La fantasía nos hace creer que somos poseedores de la individualidad, y hasta existen en el mundo escuelas que así lo enseñan.

Es urgente luchar contra la fantasía. Esta nos hace aparecer como si fuéramos esto o aquello, cuando en realidad somos miserables, desvergonzados y perversos.

Pensamos que somos hombres, cuando en verdad somos tan solo mamíferos intelectuales desprovistos de individualidad.

Los mitómanos se creen Dioses, Mahatmas, etc., sin sospechar que ni siquiera tienen mente individual y voluntad consciente.

Los ególatras adoran tanto a su querido Ego que nunca aceptarían la idea de la multiplicidad de Egos dentro de sí mismos.

Los paranoicos, con todo el orgullo clásico que los caracteriza, ni siquiera leerán este libro…

Es indispensable luchar a muerte contra la fantasía acerca de nosotros mismos si es que no queremos ser víctimas de emociones artificiales y experiencias falsas que, además de ponernos en situaciones ridículas, detienen toda posibilidad de desarrollo interior.

El animal intelectual está tan hipnotizado por su fantasía que sueña que es león o águila cuando en verdad no es más que un vil gusano del lodo de la tierra.

El mitómano jamás aceptaría estas afirmaciones renglones arriba hechas; obviamente él se siente archihierofante digan lo que digan, sin sospechar que la fantasía es meramente nada, «nada sino fantasía».

La fantasía es una fuerza real que actúa universalmente sobre la humanidad y que mantiene al humanoide intelectual en estado de sueño, haciéndole creer que ya es un hombre, que posee verdadera individualidad, voluntad, Conciencia despierta, mente particular, etc., etc., etc.

Cuando pensamos que somos uno no podemos movernos de donde estamos en sí mismos, permanecemos estancados y, por último, degeneramos, involucionamos.

Cada uno de nos se encuentra en determinada etapa psicológica, y no podremos salir de la misma a menos que descubramos directamente a todas esas personas o Yoes que viven dentro de nuestra persona.

Es claro que mediante la autoobservación íntima podremos ver a las gentes que viven en nuestra psiquis y que necesitamos eliminar para lograr la transformación radical.

Esta percepción, esta autoobservación, cambia fundamentalmente todos los conceptos equivocados que sobre sí mismos teníamos, y como resultado evidenciamos el hecho concreto de que no poseemos verdadera individualidad.

Mientras no nos autoobservemos viviremos en la ilusión de que somos uno, y en consecuencia nuestra vida será equivocada.

No es posible relacionarnos correctamente con nuestros semejantes mientras no se realice un cambio interior en el fondo de nuestra psiquis.

Cualquier cambio íntimo exige la eliminación previa de los Yoes que llevamos dentro.

De ninguna manera podríamos eliminar tales Yoes si no los observamos en nuestro interior.

Aquellos que se sienten uno, que piensan de sí mismos lo mejor, que nunca aceptarían la doctrina de los muchos, tampoco desean observar a los Yoes, y por lo tanto cualquier posibilidad de cambio se hace en ellos imposible.

No es posible cambiar si no se elimina, mas quien se siente poseedor de la individualidad, si aceptase que debe eliminar, ignoraría realmente qué es lo que debe eliminar.

Empero no debemos olvidar que quien cree ser uno, autoengañado, cree que sí sabe lo que debe eliminar, mas en verdad ni siquiera sabe que no sabe; es un ignorante ilustrado.

Necesitamos «desegoistizarnos» para «individualizarnos», mas quien cree que posee la individualidad es imposible que pueda desegoistizarse.

La individualidad es sagrada en un ciento por ciento; raros son los que la tienen, mas todos piensan que la tienen.

¿Cómo podríamos eliminar Yoes si creemos que tenemos un Yo único?

Ciertamente, solo quien jamás se ha autoobservado seriamente piensa que tiene un Yo único.

Empero debemos ser muy claros en esta enseñanza, porque existe el peligro psicológico de confundir la individualidad auténtica con el concepto de alguna especie de «Yo superior» o algo por el estilo.

La individualidad sagrada está mucho más allá de cualquier forma de Yo; es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será.

La legítima individualidad es el Ser, y la razón de ser del Ser es el mismo Ser.

Distíngase entre el Ser y el Yo. Quienes confunden al Yo con el Ser, ciertamente nunca se han autoobservado seriamente.

En tanto continúe la Esencia, la Conciencia, embotellada entre todo ese conjunto de Yoes que llevamos dentro, el cambio radical será algo más que imposible.

Psicología Revolucionaria, capítulo XV, «La individualidad».
Samael Aun Weor

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