No olviden ustedes, mis queridos hermanos, que el «Reino de los Cielos» está dentro de nosotros mismos y que tiene distintos niveles. También el reino de la Tierra está aquí, en nosotros; y el nivel más elevado del hombre de la Tierra es más chiquito, no alcanza siquiera, no le da ni a los pies al más pequeño de aquellos que viven en el Reino de los Cielos.
¿Cómo poder salir de los distintos niveles de la Tierra para entrar siquiera en el nivel inferior del Reino de los Cielos, en la primera escala del Reino de los Cielos que dentro de nosotros está, y no fuera de nosotros? ¿Dar ese paso del reino de la Tierra al de los Cielos?
El de la Tierra tiene distintos niveles: los más grotescos, los más elevados, mucho más elevados, los más refinados. Pero el más refinado de los niveles de la Tierra no es el Reino del Cielos.
Para pasar de la más elevada escala de los reinos de la Tierra al escalón más inferior del Reino de los Cielos se necesita un cambio, una transformación; se necesita renacer del agua y del Espíritu, se necesita desdoblarse en dos: la personalidad terrena y el hombre psicológico, el hombre interior.
Mas ¿cómo podría producirse ese desdoblamiento en dos, esa división en dos: un hombre inferior, terrenal, colocado en el nivel común y corriente, y otro en una octava superior, dentro de sí mismos? ¿Cómo podría producirse, en verdad, la separación en nosotros de esos dos tipos de hombres, el inferior y el superior? ¿De qué manera? ¿Creen ustedes que sería posible esto si continuáramos nosotros fascinados con esta personalidad fantástica que creemos que es la verdad y no lo es?
Mientras uno esté convencido de que la forma como se está viendo es la verdadera, no será posible el desdoblamiento psicológico; no será posible que el hombre interior se separe del exterior; no será posible, pues, penetrar en el primer escalón del Reino de los Cielos.
Extracto de El Quinto Evangelio, capítulo «La imaginación como poder, la fantasía como enfermedad».
Samael Aun Weor
Se nos ha dicho en La doctrina secreta de Anáhuac que existen trece cielos y esto nos invita a reflexionar. Son trece los mundos que se compaginan con los trece Sephiroth, porque el Anciano de los Días, la Bondad de las bondades, el décimo de los Sephiroth, no es todo: él deviene de un Sephiroth superior, que es el once; y el once, a su vez, del doce; y el doce, del trece.
Son trece cielos, trece mundos. Nuestro sistema solar tiene trece planetas [esotéricos].
Yo se los puedo enumerar: Tierra, uno; Mercurio, dos; Venus, tres; Sol, cuatro; Marte, cinco; Júpiter, seis; Saturno, siete; Urano, ocho; Neptuno, nueve; Plutón, diez; Vulcano, once; Perséfone, doce y Clarión, trece. Esos trece mundos tipifican los trece Sephiroth que forman los trece cielos de la sabiduría nahua.
Así pues, mis caros hermanos, autorrealizar dentro de nosotros todos los Sephiroth de la Kábala es vital si es que queremos convertirnos en Dioses. Toda la doctrina que aquí estamos enseñando conduce a eso.
Extracto de El Quinto Evangelio, capítulo «Regiones o Aeones de la Kábala gnóstica».
Samael Aun Weor