Enigmas de la simbología, Karl Von Eckartshausen

Muy estimados amigos y amigas:

Me complace haceros llegar, en esta oportunidad, otro grabado realizado por Karl Von Eckartshausen, el cual fue editado en 1790, dos años después de la primera edición.

Enigmas de la simbología, Karl Von Eckartshausen

En esta obra artística podemos apreciar primeramente una esfinge que parece muerta, o al menos recostada sobre una PIEDRA CÚBICA, y sobre su lomo observamos un árbol florido hasta la mitad y la otra mitad totalmente seco. Una cinta sostiene las dos llaves de San Pedro sobre la esfinge. Igualmente observamos encima del árbol dos palabra: SCIENTIA BONI ET MALI.

¿Qué es todo esto?

Primeramente debemos afirmar que la esfinge es la imagen de la naturaleza. Es por eso que estarán siempre presentes en su árbol representativo los frutos del BIEN y del MAL. Este árbol es el mismo que se menciona en las Sagradas Escrituras cristianas, el árbol del EDÉN.

Mediante la Gnosis se nos ha dicho que tal árbol es la sexualidad y esta última es un cuchillo de doble filo. La sexualidad, correctamente dirigida, redime al hombre, pero puesta al servicio de nuestros agregados psicológicos nos esclaviza y nos degenera, como está ocurriendo más y más con nuestra pseudocivilización.

Es ya sabido por todos nosotros que el fruto del árbol edénico es la manzana, y que los devotos del camino tienen derecho a alimentarse con los aromas que ella expele pero no a tragarse la misma, puesesto es lo que llamamos fornicación.Es muy triste que toda nuestra humanidad haya permanecido durante siglos y milenios queriendo perder sus energías sexuales ─tragándose las manzanas─, todo lo cual la fue alejando de las energías supradivinales del SER y, en consecuencia, convirtiéndola en una humanidad perversa dominada por el Ego animal y su madre la Bestia cuyo número es 666.

A los puros y sensatos devotos del camino estrecho este cuchillo les sirve para ir destrozando su psiquismo animal y retomando su normalidad e inocencia divinas que antes poseía el género humano. Esto es posible mediante el arte transmutatorio que la Gnosis nos enseña.

En la obra LAS MORADAS FILOSOFALES del V.M. Fulcanelli aparecen las palabras de Eugenio Canseliet diciéndonos en uno de sus prólogos:

«Totus mundus in maligno (mali ligno) positus est; todo el mundo está instalado en el diablo (en el árbol del mal).

He aquí, pues, al árbol de la ciencia del bien y del mal, el del Génesis, del que el Creador ordenó a Adán no comer, significándose desde el principio la consecuencia inevitable y funesta: “Porque el día que de él comieres ciertamente morirás; in quocumque enim die comederis ex eo, morte morieris”».

Empero, ya metidos en materia, el mismo Fulcanelli acota en su obra alquímica estas palabras:

«Todos los autores clásicos se muestran unánimes en reconocer que la Gran Obra es un resumen, reducido a las proporciones y posibilidades humanas, de la Obra Divina. Y como el adepto debe aportar a ella lo mejor de sus cualidades si quiere llevarla a buen término, parece justo y equitativo que recoja los frutos del Árbol de la Vida y se aproveche de las manzanas maravillosas del jardín de las Hespérides [entiéndase aquí que se habla de saber utilizar la manzana del deseo]».

Hablándonos ahora del árbol seco de nuestro grabado, el insigne Adepto Fulcanelli nos dice entonces:

«…se trata de nuestro árbol seco, el mismo que tuvo el honor de dar su nombre a una de las calles más viejas de París, luego de haber figurado largo tiempo en una enseña célebre. Edouard Fournier nos cuenta que, según Sauval, esta enseña se veía aún hacia 1660. Designaba a los transeúntes una “posada de la que habla Monstrelet”, y estaba bien escogida para semejante establecimiento que, desde 1300, había debido servir de albergue a los peregrinos de Tierra Santa. El árbol seco era un recuerdo de Palestina, y era la hierba plantada junto a Hebrón, que, tras haber sido, desde el comienzo del mundo, “verde y hojosa”, perdió su follaje el día en que Nuestro Señor murió en la cruz, y entonces se secó. […]

Tal es el jeroglífico adoptado por los filósofos para expresar la inercia metálica, es decir, el estado especial que la industria humana hace tomar a los metales reducidos y fundidos.  […]

Los sabios nos dicen que están muertos, al menos, en apariencia, porque nos es imposible, bajo su masa sólida y cristalizada, adivinar la vida latente, potencial, escondida en lo profundo de su ser. Son árboles muertos, aunque conserven todavía un resto de humedad, los cuales no darán ya hojas, flores, frutos ni, sobre todo, semilla».

¿Qué es todo esto, nos preguntará el lector?

El lenguaje alquímico fue durante siglos de carácter metafórico. Solamente el bendito Maestro Samael Aun Weor tuvo la osadía de mostrar o desvelar para nuestra humanidad todos estos secretos del Ars Magna.La cruda realidad de lo que aquí se denomina árbol seco no es otra que la desgracia del ser humano que lo ha estado empujando durante milenios a fornicar ─es decir, a perder su semilla sexual─. Por eso se nos habla de que ese árbol ─antes verde─ producía hojas, flores y frutos, pero pasó a secarse hasta nuestros días desde la crucifixión del V.M. Aberamentho, pues, a pesar de sus enseñanzas, la estirpe humanoide continuó sin cesar atentando contra el sexto mandamiento del decálogo mosaico. Ciertamente, aunque quede humedad en la sexualidad humana, su naturaleza ya no produce espermatozoides ni óvulos y por ello es una simiente muerta, no apta para hacer la Gran Obra interior.

Si hablamos sobre la esfinge de nuestro grabado nos hallamos ante otro misterio. Ella es representativa de la naturaleza entera por englobar en su estructura a los cuatro elementos, y está postrada, o más o menos adormecida, o quizás derrotada, para suplicar al hombre que la despierte de su letargo, la reavive, le renueve su vida, etc. Por eso sobre ella aparecen las dos llaves de San Pedro. Tales llaves son el símbolo del Azufre y del Mercurio de nuestro trabajo de laboratorio, asunto sobre el que hemos hablado en otros de nuestros tratados abundantemente. Quien trabaja con esos dos ingredientes logra la reconciliación con la esfinge sagrada de los misterios herméticos. Ese es nuestro cometido, paciente lector

Las palabras en latín SPHINX MORIS significan ‘la esfinge muerta’,reafirmando lo que antes hemos dicho.

La roca o piedra misteriosa sobre la que se muestra la emblemática esfinge no señala otra cosa que a la Piedra de los filósofos, roca sagrada o materia cúbica que lleva el sello de la fuerza solar. En nuestro grabado tal piedra aparece un poco deteriorada, como si hubiese sido olvidada u abandonada. Y es que, ciertamente, la ignorancia humana, al haberse alejado intencionalmente del Espíritu, se alejó asimismo de su madre, la naturaleza.

Sobre el árbol, como ya hemos mencionado, aparecen en latín las dos palabras que están en relación con el mismo: Scientia Boni et Mali, las cuales han de ser traducidas por ‘Bien y Mal’,pues hacen referencia al árbol de la ciencia del bien y del mal.

Permitidme añadir unas frases para vuestra reflexión:

«La inteligencia no podría representar mucho tiempo el papel del corazón».
La Rochefaoucauld

«Nada purifica excepto la inteligencia».
Oscar Wilde

«Cuanto más vasta es una inteligencia más sufre por sus límites».
E. Thiaudiere

«No hay luz que se encienda en la inteligencia que no vaya a encender su fuego en el corazón».
Ahrens

«No existe de todo punto recurso alguno cuando falta la inteligencia».
Santa Teresa de Jesús

JACUNDI ACTI LABORES.
─‘Placenteros son los trabajos hechos’─.

KWEN KHAN KHU

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