Muy amados lectores/as:
Me permito haceros llegar ahora unas imágenes o bocetos elaborados en su tiempo por el gran escultor, pintor y poeta MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI. Estos bocetos hablan de historias mitológicas que considero importante haceros conocer en su sentido esotérico.
Comencemos, pues, por comentar la historia de Tityus y para ello observemos primero algunas consideraciones mitológicas, veamos:
«Tityos o Tityus ─del griego Τιτυός─ es un gigante en la mitología griega, hijo de Zeus y Elara ─una mortal─.
En la mitología griega, Ticio, Tición, Titio, Titión o Titios era un personaje menor de lujuria desenfrenada… El crimen por el que Ticio fue castigado eternamente era el intento de violación de Leto ─madre de Apolo y Artemisa─ o, según otras versiones, de Artemisa.
Siendo inmortal, fue arrojado al tártaro despatarrado ─en otras fuentes, era atado en el suelo en una roca─, donde dos buitres o serpientes ─en otras fuentes dos águilas─ comían eternamente su hígado…
Esta narración la encontramos en La Odisea, en la cual se cuenta que Odiseo vio a Ticio en el tartarus:
“Y vi también a Ticio, el hijo de la Tierra, acostado en el suelo: dos buitres le roían el hígado sin que él pudiera defenderse”.
El nombre de Tityos probablemente se deriva de la palabra tisis, que significa ‘el que sufre retribución’. Alternativamente, podría estar conectado con el Tityroi, los sátiros de la tradición boiotiana ─vieja Grecia─ que tocan flautas».
Hechas estas aclaraciones mitológicas, hemos de decir que este mito está íntimamente relacionado con el Lucifer desencadenado, es decir, sin el control del Ser. Igual castigo sufrió Prometeo justamente por obsesionarse con el fuego ─sexual ─, lo cual le valió el castigo de las dinastías solares. Escrito está: todo aquello que no está bajo el control del SER tarde o temprano pierde su equilibrio y cae por sus propias obras que atentan contra el Padre. Este es el motivo por el cual lo vemos sobre una roca ─símbolo del sexo─ mientras las águilas le corroen las entrañas.
Hablemos ahora de otro titán mitológico llamado Faetón.
Faetón o Faetonte ─en griego antiguo, Φαέθων / Phaéthôn: ‘brillante’, ‘radiante’─.
Según algunas consideraciones míticas se nos dice:
«Faetonte ─Faetón─, hijo del Sol, había sido criado por su madre en la ignorancia de quien era su padre, pero se lo reveló al llegar el niño a la adolescencia. Entonces el muchacho reclamó un signo de su nacimiento; rogó a su padre, el Sol, que le dejase conducir su carro. Tras muchas vacilaciones, el Sol accedió, no sin hacerle mil recomendaciones. Faetonte partió, comenzando a marchar por el camino trazado en la bóveda celeste, pero pronto se apoderó de él un gran terror por la altura en que se hallaba. La visión de los animales ─que representan los signos del zodíaco─ lo amedrentaba, y abandonó el camino que le había sido trazado. Descendió demasiado y por poco incendia la Tierra; volvió luego a subir, esta vez demasiado alto, por lo cual los astros se quejaron a Zeus, y este, para evitar una conflagración universal, lo fulminó, precipitándolo en el río Eridano. Sus hermanas, la Helíades, recogieron su cuerpo, le rindieron honores fúnebres y lo lloraron de tal modo que fueron transformadas en Álamos».
Otra versión nos dice:
«Faetón alardeaba con sus amigos de que su padre era el Dios-Sol, y ellos se resistían a creerlo. Uno de ellos, Épafo, decía ser hijo de Zeus para competir con él, lo que enojó a Faetón, que terminó acudiendo a su padre, Helios, quien juró por el río Estigia darle lo que pidiera. Faetón quiso conducir su carruaje ─el Sol─ un día. Aunque Helios intentó disuadirle, Faetón se mantuvo inflexible. Cuando llegó el día, Faetón se dejó llevar por el pánico y perdió el control de los caballos blancos que tiraban del carro. Primero giró demasiado alto, de forma que la tierra se enfrió. Luego bajó demasiado, y la vegetación se secó y ardió. Faetón convirtió accidentalmente en desierto la mayor parte de África, quemando la piel de los etíopes hasta volverla negra. Finalmente, Zeus fue obligado a intervenir golpeando el carro desbocado con un rayo para pararlo, y Faetón se ahogó en el río Erídano ─uno de los cinco ríos que cruzaban el hades─. Su amigo Cicno se apenó tanto que los Dioses lo convirtieron en cisne. Sus hermanas, las Helíades, también se apenaron y fueron transformadas en alisos o álamos, según Ovidio, convirtiéndose sus lágrimas en ámbar».
¿Qué es todo esto?
Aquí se nos está narrando la historia de los Bodhisattvas que traicionan a su Real Ser por querer hacer, a su manera, el Camino Secreto. El orgullo, la prepotencia, la vanidad, traicionaron a Faetón a tal punto que quiso hacer las cosas, no como se lo indicaba el Padre que está en secreto, sino queriéndole dar su toque personal. Es por esto que Helios ─el Ser─, a pesar de haberle advertido de todos los peligros, finalmente determina que, por su desobediencia, merecía el castigo al que fue sometido. Cuando se nos dice que Faetón en su absurda conducción de sus poderes y vehículos casi quema toda la Tierra, todo ello se traduce en catástrofes inimaginables, como nos lo cuenta la historia de la humanidad cuando se nos dice que muchos Bodhisattvas han querido hacer su voluntad egoica y no la voluntad del Ser. Los caballos que Miguel Ángel ha dibujado señalan los vehículos internos de aquel célebre personaje mitológico. Son tales el pánico y la ceguera que se apoderan de los Bodhisattvas caídos que por eso llegan inclusive a sentir el vértigo de la altura ─espiritual─ y finalmente caen. Es obvio que los astros ─el zodíaco, en otras palabras, las dinastías solares─ se quejan ante Helios ─el SER─ y, llegados a esa situación, el Ser toma la decisión de castigar a su hijo ─su Esencia─ arrojándolo al río de la vida o Samsara.
Indudablemente que las Helíades vienen a representar partes autónomas y autoconscientes de los Bodhisattvas caídos, y por eso ellas, llenas de dolor, le rinden honores a pesar de haber perdido la Maestría. Finalmente, cuando se nos dice que las Helíades fueron convertidas en álamos es para indicarnos que tendrán que ser, un día, resucitadas por el trabajo interior profundo.
Os escribo ahora sobre Ganímedes.
La mitología nos dice, primeramente:
«Ganímedes es un joven héroe perteneciente a la estirpe real de Troya…
Ganímedes era joven, apenas adolescente, y guardaba los rebaños de su padre en las montañas que rodean la ciudad de Troya cuando fue raptado por Zeus y llevado al Olimpo. Su belleza –Ganímedes pasaba por ser “el más hermoso de los mortales”– había inflamado de amor al más poderoso de los Dioses. En el Olimpo servía de copero; él escanciaba el néctar en la copa de Zeus y reemplazaba en esta función a Hebe, la divinidad de la juventud.
Sobre los detalles del rapto discrepan las tradiciones: ora es el propio Zeus quien roba al niño, ora encarga esta misión a su ave favorita, el águila, la cual, cogiendo en sus garras al adolescente, se lo lleva por los aires. Decíase también que Zeus había adoptado la figura de águila, del mismo modo que había tomado la de muchos animales y variados seres con el fin de satisfacer sus pasiones amorosas.
En compensación del rapto, Zeus regaló al padre del niño unos caballos divinos o una cepa de oro obra de Hefesto ─el Dios del fuego y la forja, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia─.
En la mitología griega, Ganímedes era un héroe divino originario de la Tróade. Siendo un hermoso príncipe troyano, fue raptado por el Dios Zeus, quien lo convirtió en su amante y en el copero de los Dioses».
Esta historia es justamente contraria a las dos anteriores. Aquí se nos indica que un joven héroe troyano ─un Maestro levantado─ llegó a poseer tal hermosura anímica que eso determinó que Zeus ─alusión al SER─ decidiese raptarlo y llevárselo al Olimpo. Ciertamente, cuando un Maestro ha realizado una hermosa Piedra Filosofal, el Padre que está en secreto puede llegar a considerar que, para no permitirle perder su Piedra Sagrada, se lo lleva a su morada: el AIN SOPH de la Kábala, y cuando el Ser lo considere oportuno lo introducirá hacia más ocultos lugares.
El águila que rapta a Ganímedes simboliza al mismo Zeus, es decir, al SER que todos llevamos en nuestras profundidades.
Es bueno acotar en estas líneas que los caballos divinos que regaló Zeus al padre del joven adolescente, simbolizan fuerzas anímicas y materiales con las cuales quiso compensar a su progenitor físico.
Incuestionablemente, como siempre, el intelectualismo barato de estos tiempos dice que Zeus convirtió a Ganímedes en su copero y amante, todo lo cual es una irreverencia hacia lo divinal, pues el SER jamás será un homosexual.
Como quiera que el SER sabe compensar a la humanidad cuando Él decide tomar de la misma a un Bodhisattva, entonces trata siempre de llenar el vacío que deja en las muchedumbres un héroe como Ganímedes. Tal es el motivo por el cual Zeus regala al padre físico de Ganímedes una corona forjada nada menos y nada más que por Hefesto. Esto nos señala el perfecto equilibrio que posee nuestro SER, lo cual le permite llevar a cabo sus desideratos.
Os añado, para terminar, algunas frases célebres:
«Una victoria vale por dos cuando el que triunfa vuelva con toda su gente».
Shakespeare
«La sombra del laurel embriaga o adormece».
Pitágoras
«Fue siempre el vencer laudable cosa, véngase por fortuna o por ingenio».
Ariosto
«Vencer sin peligro es triunfar sin gloria».
Séneca
«La tristeza es la templanza de los dolores del alma».
Chateaubriand
DONA NOBIS PACEM.
─‘Danos la paz’─.
KWEN KHAN KHU