Criaturas mecánicas

De ninguna manera podríamos negar la Ley de Recurrencia procesándose en cada momento de nuestra vida.

Ciertamente, en cada día de nuestra existencia existe repetición de eventos, estados de Conciencia, palabras, deseos, pensamientos, voliciones, etc. Es obvio que cuando uno no se autoobserva no puede darse cuenta de esta incesante repetición diaria.

Resulta evidente que quien no siente interés alguno por observarse a sí mismo, tampoco desea trabajar para lograr una verdadera transformación radical.

Para colmo de los colmos hay gentes que quieren transformarse sin trabajar sobre sí mismos.

No negamos el hecho de que cada cual tiene derecho a la real felicidad del espíritu, mas también es cierto que tal felicidad sería algo más que imposible si no trabajamos sobre sí mismos.

Uno puede cambiar íntimamente cuando de verdad consigue modificar sus reacciones ante los diversos hechos que le sobrevienen diariamente.

Empero no podríamos modificar nuestra forma de reaccionar ante los hechos de la vida práctica si no trabajáramos seriamente sobre sí mismos.

Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar, ser menos negligentes, volvernos más serios, y tomar la vida en forma diferente, en su sentido real y práctico.

Empero si continuamos así tal como estamos, comportándonos en la misma forma todos los días, repitiendo los mismos errores, con la misma negligencia de siempre, cualquier posibilidad de cambio quedará de hecho eliminada.

Si uno de verdad quiere llegar a conocerse a sí mismo debe empezar por observar su propia conducta ante los sucesos de cualquier día de la vida.

No queremos decir con esto que no deba uno observarse a sí mismo diariamente, solo queremos afirmar que se debe empezar por observar un primer día.

En todo debe haber un comienzo, y empezar por observar nuestra conducta en cualquier día de nuestra vida es un buen comienzo.

Observar nuestras reacciones mecánicas ante todos esos pequeños detalles de alcoba, hogar, comedor, casa, calle, trabajo, etc., etc., etc., lo que uno dice, siente y piensa, es ciertamente lo más indicado.

Lo importante es ver luego cómo o de qué manera puede uno cambiar esas reacciones; empero si creemos que somos buenas personas, que nunca nos comportamos en forma inconsciente y equivocada, nunca cambiaremos.

Ante todo necesitamos comprender que somos personas‐máquinas, simples marionetas controladas por agentes secretos, por Yoes ocultos.

Dentro de nuestra persona viven muchas personas, nunca somos idénticos; a veces se manifiesta en nosotros una persona mezquina, otras veces una persona irritable, en cualquier otro instante una persona espléndida, benevolente, más tarde una persona escandalosa o calumniadora, después un santo, luego un embustero, etc.

Tenemos gente de toda clase dentro de cada uno de nosotros, Yoes de toda especie. Nuestra personalidad no es más que una marioneta, un muñeco parlante, algo mecánico.

Empecemos por comportamos conscientemente durante una pequeña parte del día; necesitamos dejar de ser simples máquinas aunque sea durante unos breves minutos diarios; esto influirá decisivamente sobre nuestra existencia.

Cuando nos autoobservamos y no hacemos lo que tal o cual Yo quiere, es claro que empezamos a dejar de ser máquinas.

Un solo momento en que se está bastante consciente como para dejar de ser máquina, si se hace voluntariamente, suele modificar radicalmente muchas circunstancias desagradables.

Desgraciadamente, vivimos diariamente una vida mecanicista, rutinaria, absurda. Repetimos sucesos, nuestros hábitos son los mismos, nunca hemos querido modificarlos; son el carril mecánico por donde circula el tren de nuestra miserable existencia, empero pensamos de nosotros lo mejor…

Por donde quiera abundan los mitómanos, los que se creen Dioses; criaturas mecánicas, rutinarias, personajes del lodo de la tierra, míseros muñecos movidos por diversos Yoes; gentes así no trabajarán sobre sí mismos…

Psicología Revolucionaria, capítulo XVII, «Criaturas mecánicas».
Samael Aun Weor

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