1.- Hay muchas escuelas de pseudoesoterismo y pseudocultismo barato, pero difícilmente se encuentran personas serias. Si llamáramos al camino a los cinco millones de personas que se dedican aquí, en México, al pseudoesoterismo y al pseudocultismo barato, si los llamáramos en verdad al camino, si pusiéramos sobre la mesa, delante de ellos, los postulados de la gnosis, si se les enseñara lo que es el camino de la autorrealización íntima, estoy seguro de que la mayor parte huirían despavoridos. Muchos de ellos son eruditos en teosofía, en pseudorrosacrucismo, etc. Desgraciadamente, es difícil encontrar gentes serias, todos ellos lo que buscan es una forma de diversión. Casi todos esos pseudosapientes del pseudocultismo barato lo que quieren, en el fondo, es distraerse un poco, divertirse. Pero cuando realmente se les pone en la mesa los postulados de la autorrealización y se les invita a trabajar, entonces huyen despavoridos. Así pues, no es autorrealización lo que ellos andan buscando, sino alguna forma de diversión y eso es todo.
Nosotros, ante todo, necesitamos ser personas serias. Yo no podría llamar «serio» a alguien que no se preocupe por autoexplorarse, a alguien que no se preocupe por autoconocerse.
Los antiguos dijeron Nosce te ipsum –‘Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses’–. ¿Cómo podría uno conocer el mundo astral si no se conoce a sí mismo? ¿Cómo podría, en verdad, conocer la mente universal si no conoce su propia mente? ¿Cómo podría uno conocer el mundo de las causas naturales si no conoce las causas de sus propios errores psicológicos?
Se habla mucho de los mundos internos, pero si uno no conoce sus propios mundos internos, ¿cómo puede conocer los mundos internos del planeta Tierra o del sistema solar o de la galaxia en que vive, o del infinito?
¡Tenemos que ser serios! En el mundo del pseudoesoterismo y del pseudocultismo barato, existe mucho psiquismo inferior…
2.- Muchos quieren Iniciaciones: «Fulano de tal ya está en la quinta, es un Mahatma»; «a Zutano, por ahí le dijo un médium tal que iba en la sexta y mañana llegará a la séptima». ¡Esto es falta de seriedad, falta de seriedad! ¿Cómo va uno a conocer los mundos internos si no conoce sus propios mundos internos?
En el psiquismo inferior existen despropósitos espantosos: personas que sueñan y que creen que están despiertas, y lo más grave es que se sueñan despiertas, sueñan creyéndose despiertas.
3.- Tales soñadores de tipo negativo –mediumnímico–, tales alucinados proyectan sus ensueños sobre las personas y ven en las personas sus propios ensueños negativos, incoherentes y absurdos. ¡Esa es la cruda realidad de los hechos!
Queremos nosotros realidades objetivas, no sueños absurdos e incoherentes. Yo no podría aceptar sueños, quiero realidades objetivas, y eso mismo deseo para todos ustedes. Tales realidades objetivas son posibles cuando en verdad se ha objetivizado la Conciencia. Mas no es posible objetivizar la Conciencia si antes no se ha pasado realmente por la aniquilación budista –terrible palabra que horroriza a algunas escuelas–.
Esto de «aniquilación» molesta realmente a las escuelas del pseudoesoterismo y del pseudocultismo barato. Resulta que el Ego no desea pasar por ninguna aniquilación; el Ego quiere realmente vivir, cueste lo que cueste, no desea la aniquilación.
Obviamente, mis queridos hermanos, debemos comprender la «doctrina de los muchos».
4.- Las religiones, digamos, ortodoxas son siete, y las sectas religiosas, cinco mil y tantas. Obviamente, las más importantes son las ortodoxas, porque tienen dos círculos: el exotérico o público y el esotérico o secreto.
En la religión de Mahoma, por ejemplo, vemos los dos círculos: el público, en las mezquitas musulmanas, y el secreto, entre los sufíes. Estos no estudian el libro sagrado del Corán en forma meramente exotérica, sino esotérica, dejando a un lado la letra que mata para aprehender o capturar el espíritu que vivifica y da vida, lo que está escrito entre líneas, lo que las multitudes no son capaces de entender.
Igual sucede en las otras religiones ortodoxas. Aun dentro de la misma religión cristiana, denominada catolicismo, hay dos círculos: el exotérico o público y el esotérico. Por ejemplo, alrededor de la sierra de la Demanda, en España, hay una cadena de monasterios gnósticos. Sin embargo, aparentemente, parecerían de tipo católico; los curas ahí dicen misa, predican en el púlpito, etc., pero se reúnen en secreto, a puerta cerrada, a estudiar la gnosis, son gnósticos; y es toda una cadena de monasterios, se estudia el esoterismo crístico.
En el budismo ortodoxo vemos dos círculos: el público y el secreto. El público se ve mucho en Ceilán, en la India, China, etc., y hasta en Japón, pero el secreto-esotérico es inaccesible a los profanos. En el Tíbet encontramos las dos formas del budismo: la parte pública para el público y la parte secreta o tántrica para los Iniciados. Esto hay que saberlo entender.
Nosotros seguimos el Sendero Secreto, somos los gnósticos: los gnósticos que fueron echados a los circos de fieras en tiempos de Nerón; los gnósticos quemados vivos en las hogueras de la Inquisición; los gnósticos esenios, entre los cuales está el Gran Kabir Jesús, los peraticenos o peratas, los agustinianos, etc.
5.- Establecidas firmemente estas aclaraciones, pasemos ahora a definir con entera claridad meridiana el Gnosticismo. No está de más aclarar en forma enfática que el Gnosticismo es un proceso muy íntimo, natural y profundo, esoterismo auténtico de fondo desenvolviéndose de instante en instante, con vivencias místicas muy particulares. Doctrina extraordinaria que, fundamentalmente, adopta la forma mística y, a veces, mitológica. Incuestionablemente, el conocimiento gnóstico escapa siempre a los normales análisis del racionalismo subjetivo. El correlato de este conocimiento es la intimidad infinita de la persona, el Ser.
La razón de ser del Ser es el mismo Ser. Solo el Ser puede conocerse a sí mismo. El Ser, por lo tanto, se autoconoce en la Gnosis. El Ser revaluándose y conociéndose a sí mismo es la autognosis; indudablemente, esta última en sí misma es la Gnosis. El autoconocimiento del Ser es un movimiento suprarracional que depende de Él, que nada tiene que ver con el intelectualismo. El abismo que existe entre el Ser y el Yo es infranqueable y por esto el Pneuma, el Espíritu, se reconoce y este reconocerse es un acto autónomo para el que la razón subjetiva del hombre intelectual resulta ineficaz, insuficiente, terriblemente pobre. Autoconocimiento y autognosis implican la aniquilación del Yo como trabajo previo, urgente, impostergable.
El Yo, el Ego, está constituido por sumas y restas de elementos subjetivos, inhumanos, bestiales, que, incuestionablemente, tienen un principio y un fin. La Esencia, la Conciencia, embutida, embotellada, enfrascada entre los diversos elementos que constituyen el Mí Mismo, el Ego, desafortunadamente se procesa dolorosamente en virtud de su propio condicionamiento. Disolviendo el Yo psicológico, la Esencia, la Conciencia, despierta, se ilumina, se libera; entonces deviene como secuencia autoconocimiento, la autognosis.
Indubitablemente, la revelación legítima tiene sus basamentos irrefutables, irrebatibles, en la autognosis. La revelación gnóstica es siempre inmediata, directa, intuitiva; excluye radicalmente las operaciones intelectuales de tipo subjetivo; nada tiene que ver con la experiencia y ensamble de datos fundamentalmente sensoriales. La inteligencia, o Nous en su sentido gnoseológico, si bien es cierto que puede servir de basamento a la intelección iluminada, se niega rotundamente a caer en el vano intelectualismo. Resultan palmarias y evidentes las características ontológicas, pneumáticas o espirituales del Nous (inteligencia).
En nombre de la Verdad hay que decir solemnemente que el Ser es la única real existencia, ante cuya transparencia inefable y terriblemente divina eso que llamamos Yo, Ego, Mí Mismo, Sí Mismo, es meramente tinieblas exteriores, llanto y crujir de dientes. La autognosis, o reconocimiento autognóstico del Ser, dada la vertiente antropológica del Pneuma o Espíritu, resulta algo decididamente salvador.
Conocerse a sí mismo es haber logrado la identificación con su propio Ser Divinal. Saberse idéntico con su propio Pneuma o Espíritu, experimentar directamente la identificación entre lo conocido y lo cognoscente, es eso que podemos y debemos definir como autognosis.
Esta reflexión evidente nos conduce al tema de la libre elección gnóstica. Incuestionablemente, el gnóstico serio es un elegido a posteriori. La gnóstica experiencia permite saberse y autorrealizarse íntegramente. Entiéndase por autorrealización el armonioso desarrollo de todas las infinitas posibilidades humanas.
El gnóstico auténtico quiere un cambio definitivo, siente íntimamente los secretos impulsos del Ser, de aquí su angustia, rechazo y embarazo ante los diversos elementos inhumanos que constituyen el Yo. Quien anhela perderse en el Ser carga la condena y el espanto ante los horrores del Mí Mismo.
El gnóstico que ha sido salvado de las aguas ha cerrado el ciclo de las amarguras infinitas, ha franqueado el límite que separa el ámbito inefable del Pleroma de las regiones inferiores del universo, se ha escapado valientemente del imperio del Demiurgo porque ha reducido al Ego a polvareda cósmica. El paso a través de los diversos mundos, la aniquilación sucesiva de los elementos inhumanos, afirma esta reincorporación en el Sagrado Sol Absoluto y entonces, convertidos en criaturas terriblemente divinas, pasamos más allá del bien y del mal.
La Revolución de la Conciencia se sintetiza en tres factores primordiales:
1. MORIR (eliminación de la psiquis subjetiva).
2. NACER (nacimiento de las facultades internas).
3. SACRIFICIO POR LA HUMANIDAD.
Samael Aun Weor