La Mónada interior profunda, nuestro Real Ser, lo que los kabalistas hebreos llaman «Kether», tiene el deber de estimularnos desde dentro; estimularnos desde dentro con motivación espiritual, con experiencias místicas trascendentales, con fuerzas que introduce la Mónada para que aquí sintamos una especie de inquietud espiritual que nos impulse a buscar el Camino.
La otra responsabilidad cae, o recae, directamente en la Esencia, en nosotros que somos el alma humana encarnada aquí en la Tierra. La Esencia tiene que corresponder a esos estímulos, digamos, con trabajo. Tiene que poner también su parte de esfuerzos, y muchas veces de superesfuerzos, porque una cosa es que tengamos el estímulo interno, que vale mucho, que viene del Padre, y otra cosa es que nosotros tengamos voluntad para corresponder a esos esfuerzos; porque a veces podemos estar pillados por el tedio del Yo, por la carga o la densidad del Yo, o por un karma que estemos viviendo en un momento determinado.
En ambos casos tenemos que defendernos como leones contra las fuerzas kármicas y contra la entropía exterior e interior. Entonces la tarea de la Esencia, del alma humana, es esa, corresponder a los estímulos internos con la búsqueda incesante de la Verdad, con la lectura incesante del cuerpo de doctrina, con las prácticas incesantes que tenemos que llevar a cabo cada día, con ayunos, con oración, con meditación; esa es la tarea de la Esencia.